Proyecto de Rubén B
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El dios Pan y los vikingos

Me estoy leyendo estos día el libro Eat & Run de Scott Jurek, ultramaratoniano y vegano, leyenda viva entre corredores y aficionados al primer deporte que existió. Este hombre participa y gana en distancias desde 50 hasta 250 kilómetros (la maratón son 42 kilómetros), corriendo por desiertos, llanuras, montes, montañas, despeñaderos, hielo, nieve, agua, roca, hierba. Con cuarenta años sigue ahí en lo alto, y sin comer nada de procedencia animal, cuestiones éticas y de salud. Otro día hablaré de él más detenidamente.

Cuenta en su libro, al hablar de su participación en la moderna competición Spartathlon, la historia en la que está inspirada esta carrera. Como dejó registrado Herodoto, los generales atenienses, viendo que la flota persa llevaba rumbo a Maratón con el fin último de tomar Atenas, mandaron a un mensajero a Esparta para pedir su ayuda. Éste fue Filípides (Pheidippides), que "llegó a Esparta un día después de haber salido de Atenas". Los espartanos, conmovidos por la petición y con intención de ayudar, estaban en medio de un Festival a Apolo y no podían salir hasta la luna llena. De modo que Filípides emprendió el camino de vuelta con la mala noticia de la espera entre manos, los 246 kilómetros que ya hiciese para llegar a Esparta en un día. Y ahora viene la parte interesante, más allá de los casi 500 kilómetros que corrió en pocos días (uno de ida y la vuelta no queda registrada).

En el camino de regreso, cuenta Herodoto que Filípides "se encontró con el dios Pan en el monte Partenio, sobre Tegea. Pan lo llamó por su nombre y le dijo que preguntara a los atenienses por qué no le prestaban atención, si él siempre se había mostrado cordial con ellos y los había ayudado en el pasado, y volvería a ayudarlos en el futuro."

Scott Jurek apunta que Pan es el dios de la naturaleza, amo de pastores, rebaños, ninfas y áreas salvajes, capaz de provocar el miedo enloquecedor conocido como pánico y que lo que Filípides obtuvo entonces es ése momento de trascendencia que alcanzan en muchas ocasiones los corredores, un estado de sincronía con el medio, y en ése punto fue cuando la naturaleza dijo lo que siempre nos dice: "Préstame más atención, y te ayudaré de la misma manera en que siempre te ayudé en el pasado".

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Hace poco he empezado a correr y ya me he encontrado a la luz de la luna en paralelo con los brillantes lomos de los corzos. De momento no he llegado a sinconizarme con el entorno, a sentirme uno con la naturaleza, aún ando inmerso en las asfixias y dificultades del principiante. Pero tiempo al tiempo, el día en que mi mente, mi cuerpo y el monte sean uno solo seguro que también veré a Pan, y seguro que igual que a Filípides a mi también me preguntará que por qué no le prestamos más atención.

He tenido la suerte de encontrarme estos días con un vídeo que acompaña al libro The Weather Diaries de la editorial Gestalten. Un libro que documenta la Nordic Fashion Biennale, comisariada por Sarah Cooper y Nina Gorfer, también autoras del libro y las fotografías que lo inundan. Visualmente recorren el territorio vikingo para mostrar el trabajo de los diseñadores nórdicos en el lugar.

Todos ellos hablan de la influencia del entorno, del clima, del paisaje, de la luz, hablan incluso de ragnarok, la batalla del fin del mundo, cómo todo ello les influye personalmente y en su trabajo, y cómo quieren que les influya, cómo sienten que es importante estar presente en el lugar en el que están, y también cómo el lugar les llama cuando están lejos.

Un vídeo precioso que puede que hable de moda, pero que también habla de la atracción de la naturaleza en su pureza más bestia, de cómo puede inundar al hombre, abrazarle y mantenerle presente, de nuevo haciéndole uno consigo misma. Dan ganas de ser vikingo otra vez y correr sobre los fiordos con un hacha en las manos. O ser castellano y correr por el monte con los corzos (y el hacha en el patio de casa).

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